El otro día fue la cena de navidad con mis amigas de toda la vida.
Las amigas de toda la vida en mi caso son las amigas del colegio.
Cada vez nos vemos menos, cada una ha tomado un camino y supongo que eso es ley de vida y tal, pero por mucho tiempo que pase desde la última vez, con ellas la sensación siempre es de estar en casa.
Atrás quedó la época en la que nos veíamos todos los días de la semana, no había responsabilidades, ni parejas, ni hijos, ni robots de cocina.
Solo había esa sensación de libertad, de ser tremendamente jóvenes y tener toda la vida por delante.
Toda la maldita vida por delante.
Ahora todas somos distintas, hemos cambiado, y lo único que nos queda en común es el recuerdo de lo que un día fue.
Nos une lo que fue, no lo que es.
Esto es así, y no es triste ni nada de eso. A mí me parece bonito. Hay que aceptar que la vida es vida porque cambiamos. Si no cambiáramos estaríamos muertas o seguiríamos bajando al parque a fumar Ducados Rubio y beber calimocho. Así que también lo estaríamos pronto.
El cambio es lo que hace que la vida sea interesante. Por eso siempre digo que la incertidumbre esconde belleza.
Si supieras hoy cómo vas a ser dentro de 20 años, con quién vas a compartir tu vida, dónde vas a vivir, qué te va a emocionar, o qué te va a hacer sentir esa felicidad deslumbrante que ilumina todo a su paso, la vida sería tremendamente aburrida.
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Puede que tú tengas hoy una idea de cómo quieres que sea tu futuro, pero lo cierto es que no puedes predecirlo, no tienes ni idea, porque la vida muchas veces se encarga de que todos esos planes que tenías para ti se vayan a la mierda.
Es incontrolable.
Somos frágiles, es así.
La incertidumbre en la vida es lo que hace que sea vida. Pero en los negocios la cosa cambia.
En los negocios buscamos certezas.
Cosas que no nos hagan quebrarnos demasiado la cabeza.
Saber que después de la sota y el caballo viene el rey.
Y aunque la realidad es que no hay nada que pueda garantizar que te vaya bien, sí que hay cosas que te acercan a esa certidumbre.
Por ejemplo, saber que en cuestión de ventas, importa tanto el cómo se vende que el qué se vende.
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