Lo rápido que pasa la semana cuando decides fumarte el email diario.
De verdad, si sientes que la vida se te escapa sin darte cuenta, y te gustaría encontrar un revulsivo que te haga vivir más en el presente, empieza a escribir un email todos los días.
No te voy a decir que esa sensación desaparezca por completo, pero sí que ayuda a percibir cada día como algo único, con entidad propia.
La semana pasada aproveché el acueducto para enfocarme en un par de proyectos tochos que tengo pendientes. Solo mandé email el lunes, el resto de días decidí que tenía una excusa lo suficientemente buena como para permitirme no hacerlo.
Y no lo hice.
Así que te voy a contar qué ha pasado al respecto, porque ha sido muy curioso y a la vez muy lógico todo.
El primer día que no escribí fue el día 6, festivo nacional. Me dije, “bah, hoy se permite que es fiesta”. No me sentí demasiado mal, solo un poco.
El segundo día que no escribí fue el día 7, no festivo, pero sí en mitad de 2 festivos lo que le convierte casi directamente en festivo, salvo que seas autónoma. No escribí, pero esta vez sí sentí un pellizquito de culpa. Una voz interna que me decía “no estás cumpliendo lo que te prometiste y eso está feo”. Tuve que callar esa voz con una copa de vino antes de cenar. Funcionó.
El tercer día, día 8, también festivo nacional, pensé que era el tercer día consecutivo sin escribir y que era probable que muchas de las personas suscritas a esta lista comenzaran a temer por mi salud. Pensé que recibiría una pila de emails de gente preocupada por saber si me pasaba algo, pero no pasó. Tanto no me queréis.
El cuarto día no era festivo y hasta los profesores trabajaban, así que tendría que haber mandado La Copydista y dar respuesta a muchas de las preguntas que tengo en la remesa. Pero decidí que ya total, día a arriba, día abajo, La Copydista también merecía un viernes de rascarse el higo y comer pringles verdes en el sofá. Se lo concedí y yo me quedé haciendo guardia, trabajando para terminar algunas cosas importantes y paradójicamente pensando que era una malísima persona por haber encadenado el cuarto día sin mandar email. También pensé en Isra Bravo golpeándome con un palo. Después llegó el fin de semana y se me pasó.
El caso es que ha llegado el día de hoy, ¿y sabes qué he pensado?
Que tampoco pasaría nada si hoy no mando email.
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Que ya que estamos en modo destrucción, destruyamos a lo Godzilla.
Y, joder, me he sorprendido pensando eso y después me he dado cuenta de lo fácil que es a veces dejarse llevar por la desidia con excusas de mierda. Porque hoy también tenía muchas cosas que hacer, y me hubiera sido sencillo decir “ah, no, es que hoy, tengo que limpiar las migas de las pringles verdes del viernes y mandar esta landing de ventas mimimimimi”. Curiosamente la culpa ya no hubiera estado tan presente y me hubiera sido mucho más fácil pasar de todo.
Sin embargo, no lo he hecho.
No voy a hacerlo.
Y no voy a hacerlo porque desde que envío este maldito email todos los días, la gente me escribe para pedirme cosas. Muchas de ellas son presupuestos. También hay preguntas absurdas para La Copydista, pero todos tenemos que pagar un precio.
Así que esto es lo que voy a hacer: voy a quedarme, voy a escribirte muchos emails, y voy a contarte cómo utilizarlos para que a ti también te pidan cosas y ganes dinero.
Puede que falle algún día, sí. Fallaré. Fallaré fijo. Vienen las fiestas, así que cuenta con que fallaré. Pero no importa. Porque mi objetivo me hará volver a teclear por aquí cada vez que encuentre una excusa para no hacerlo. Como un martillo pilón.
Es demasiado seductor…
Feliz día.