El falso repartidor de Amazon y la escobilla que revolucionaron Twitter

Andrea VAM
Andrea VAM

Copywriting y estrategias de voz de marca
Huyo de los convencionalismos como de la cerveza caliente. Escribo cosas para que tú vendas. Me gustan los tacos (cocinados y hablados).

El viernes pasado subí un hilo a Twitter con una historia sobre un supuesto repartidor de Amazon que se introducía una escobilla en el culo, que se hizo viral y que en este momento acumula más de 44K likes, 16,6K RT, 2.400 nuevos seguidores en mi perfil y menciones en varios periódicos digitales.

Una puta locura.

¿Cómo conseguí todo esto? 

Bien, empecemos por el principio.

Para entender esto debes saber una cosa: trabajar los viernes me cuesta la vida. Y aquel tampoco fue una excepción. Así que en lugar de concentrarme en el trabajo me puse a ordenar las carpetas de Google Drive. Algo que por lo menos no requiere ningún esfuerzo mental. 

En una de esas carpetas, rescaté una con el nombre de “Idas de Olla”, donde había joyas que ya había olvidado. Entre ellas, la historia sin acabar de un repartidor que venía a mi casa y me pedía usar el cuarto de baño.

Volví a leerla y algo me empujó a continuar escribiendo para ponerle un final. Así que lo hice. Y pensé que no era muy buena, pero al menos mantenía la tensión y me parecía entretenida. Ya está, era suficiente.

Me apetecía compartirla pero entendía que este blog no es el mejor canal para escribir ficción (o tal vez sí, no lo sé). 

Así que me fui a Twitter, donde vale todo, y monté un hilo. 

Tenía 300 seguidores más o menos acostumbrados a mi contenido, y este no era el primer hilo que hacía de estas características. No era nada muy loco.

Es más, probablemente tú seas uno o una de ellos y estés de acuerdo conmigo.

Publiqué el hilo más o menos a mediodía. 

Al cabo de unas horas estaba bastante sorprendida con cómo estaba yendo el asunto. Acostumbrada a una media de 10 likes por publicación, parecía que a la gente le estaba haciendo gracia. Ya llevaba veintitantas interacciones y gente del sector a la que admiro y respeto diciéndome que qué risa.

A todos nos gusta que nos digan que hacemos las cosas bien, así que yo tan contenta.

Por la tarde me fui al gimnasio, y ahí empezó de verdad el tema a parecerme “preocupante”. El móvil echaba humo. Cuando salí llamé a mi novio para decirle que estaba flipando y que mi hilo tenía 250 likes y más de 100 RT.

Os juro que en la vida me han importando las redes sociales, pero de alguna manera da gustito la aprobación ajena. Es una mierda, pero es así. Será que como dice mi admirada Zahara, “somos yonkis del cariño ajeno”.

La respuesta de mi novio me devolvió los pies a la tierra:

—Bueno, pero en tu sector eso es muy poco, ¿no?

Tenía razón. Bueno, sí y no. Aunque 250 likes no es mucho, para lo que yo estaba acostumbrada era la ostia.

Cuando llegué a casa ya llevaba más de 300 RT. 

Y a partir de ahí el efecto “bola de nieve” fue imparable. Llegó a asustarme de verdad ver como los números subían a una velocidad increíble. A mí, que desde la desaparición de Tuenti y sus fotos repletas de gente ebria había abandonado la fe en las redes sociales.

A la mañana siguiente había superado los 25K de corazoncitos que apuntaban directamente a mi ego y mi novio estaba flipando muy fuerte.

Sin embargo, ¿yo estaba contenta?

Pues no mucho. Y no lo estaba por una razón preocupante: había mucha, mucha gente que se estaba creyendo que mi historia era cierta.

Incluso, me llegaron a contactar de un medio que quería entrevistarme para que contara LO QUE ME HABÍA PASADO.

Lo que me había pasado.

Y hay más.

¿Sabes eso que dicen de que una mala crítica pesa más que 100 críticas buenas?

Pues es totalmente cierto.

Joder, que yo solo había escrito una historia para entretener a mis seguidores, y ahora había gente que cuestionaba mi profesionalidad diciéndome que aquello era algo serio.

Y que por mi culpa un montón de personas iban a dejar de pedir cosas a Amazon.

Que ojalá Amazon me llevara a los tribunales.

Y que el repartidor me tenía que haber dado pollón del bueno.

Por citar solo algunas.

Problemas del primer mundo pero que joden bastante.

Tal vez, no había sido consciente del poder de la palabra challenge. Pero con 300 seguidores, nadie se imagina que escribas algo y trascienda de esta manera.

Así que mucho ojo, amigos y amigas.

La palabra challenge es capaz de transformar cualquier información en cierta. Digas lo que digas, da igual. Si dices que es un challenge habrá gente que se lo crea. Aprended de mis errores. O mejor no.

La parte menos buena de la historia acaba aquí.

Ahora:

¿No es increíble que solo una historia pueda ser capaz de originar tanto revuelo?

¿Y que sin haberlo planeado esta se haya convertido en la estrategia de marketing más rentable de mi vida?

Nada de funnels con cientos de automatizaciones.

Nada de invertir ni un céntimo en publicidad.

Tan solo una historia estrambótica con una escobilla como protagonista y la bandeja de entrada llena de solicitudes de presupuesto.

Esa es la lectura con la que me quedo de todo esto y que te quiero hacer llegar a ti.

Las personas estamos diseñadas para recibir información en forma de historias más que en ningún otro formato. Y si están bien estructuradas y son capaces de aguantar la tensión hasta el final para que al lector le sea imposible dejar de leer, son infalibles.

¿Significa eso que la historia de la escobilla sea un ejemplo de storytelling?

No, en absoluto.

Con el storytelling el autor siempre persigue un objetivo que va más allá de la propia historia. Una moraleja o idea que debe permanecer en su cerebro por encima de la narración.

Aquí no hubo nada de eso, tan solo es una historia hecha para entretener, nada más. Ahora desde la distancia podríamos decir que lo único que ha demostrado es la velocidad a la que pueden correr los bulos en internet sin que nadie contraste si la información es cierta.

Pero ese nunca fue mi objetivo ni para lo que cree el relato. Es tan solo la consecuencia de lo que vino después.

A partir de ahora podré decir que he contribuido con la leyenda urbana española nivel Ricky Martin, el perro y la mermelada.

Y sin comerlo ni beberlo.

Lo que te quiero decir, es que esto no es en absoluto un ejemplo de cómo aplicar el storytelling en tu empresa, pero sí es un ejemplo cojonudo de que las historias funcionan como un tiro.

Y que incluir este formato en tu estrategia de comunicación con un objetivo claro de lo que quieres transmitir, es una decisión que va a afectar de manera positiva al desarrollo de cualquier negocio.

Contar algo que conecte con tu audiencia, algo con lo que se sientan identificados, y relacionarlo con tu marca en forma de relato.

Además de escribir historias de ficción con falsos repartidores que hacen cosas extrañas, también hago esto y aquí sí que me pagan por ello.

Si te apetece indagar más en este tema y todavía no lo has hecho, te recomiendo que eches un vistazo a mi Mega Guía de Storytelling.

Pues eso.

Ojalá pudiera decirte que sabía que todo esto iba a pasar porque soy muy lista y formaba parte de una estrategia pensada. Pero no.

El increíble poder de la palabra escrita abriéndose paso una vez más sin pedir permiso.

Qué maravilla, joder.

Eso sí que es una moraleja.

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Bea
Bea

Muy fuerte sí, lo de la historia del repartidor. Estamos deseando que llegue la siguiente 🙂

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