La gran enseñanza de un señor del siglo pasado para los amantes del cachopo

Andrea VAM
Andrea VAM

Copywriting y estrategias de voz de marca
Huyo de los convencionalismos como de la cerveza caliente. Escribo cosas para que tú vendas. Me gustan los tacos (cocinados y hablados).

Resulta que hace unos días que volví de mis vacaciones por Asturias. He pasado unas semanas estupendas por allí arriba, disfrutando de la montaña, la playa, y por supuesto, la comida. Especialmente, esto último.

Justo antes de irme, me estaba leyendo un libro cuyo nombre te va a asustar seguro. Se llama Cómo ganar amigos e influir sobre las personas.

Ou mamma.

El tipo que lo escribió, Dale Carnegie, tampoco se lo pensó demasiado.

Claro que hay que tener en cuenta que estamos hablando del año 1936. Y por aquella época pues tampoco se andaban con chiquitas. Después de haber sobrevivido a la Primera Guerra Mundial (y lo que te rondaré, morena) la muerte estaba mucho más presente que ahora.

Así que, había que ir al grano.

Este libro es un clásico de las relaciones humanas, por eso es probable que te suene. Un montón de gente ha hablado sobre él y sobre su sorprendente vigencia casi cien años después.

El tío Dale era un artista de las relaciones.

El libro se divide en cuatro partes en las que mediante consejos prácticos y ejemplos de personajes relevantes, desgrana las técnicas fundamentales para básicamente, gustar a los demás y que esto repercuta de manera positiva tanto en tu vida como en el business.

Y por increíble que parezca, por mucho que el contexto histórico haya cambiado, casi todo lo que se habla en el libro es perfectamente adaptable a nuestros tiempos.

#putoamoDale

Quédate con esto

Pero bueno, hagamos como la gente del siglo XX y vayamos al meollo del asunto.

Según Dale, el éxito económico solo depende en un 15% del conocimiento profesional. Para la gente que como yo, que cree que el plan de estudios de su carrera fue una absoluta estafa, esta reflexión es oro.

Eso nos deja un 85% restante de cosas que no nos enseñan en ningún lado y que son las principales responsables de que nos vaya bien. En ese porcentaje tendrían cabida diferentes habilidades sociales y comunicativas que desvela en su libro.

Te recomendaría que le echaras una ojeada a todas, pero como casi seguro no lo harás, te he traído una que a mí parecer es de las más interesantes. Y lo es por dos cuestiones:

  • Es una absoluta gilipollez.
  • No es ninguna gilipollez.

Vamos a dejar que los tambores continúen con el redoble y mientras voy a contarte algo que me pasó durante estas vacaciones.

Entre cachopos está el juego

Todo ocurrió en Llanes. Era sábado, y la gente se peleaba por conseguir mesa para comer. Hay un sitio que a Pablo y a mí nos encanta porque tienen un cachopo cojonudo. Pues fuimos para allá y adivina qué.

Cola.

Así que nos marchamos en busca de otro sitio, sin ningún éxito. Todos igual de llenos, caros o con puntuaciones sospechosamente bajas en el puto Tripadvisor (soy adicta a esa mierda).

Así que volvimos a intentarlo en el primer sitio. Eran más de las tres y media de la tarde y todavía había una pareja en la puerta esperando. Les preguntamos que si había para rato e iniciamos la típica conversación sobre cachopos y parte meteorológico.

Al poco rato, la suerte hizo que se levantaran dos mesas y pudiéramos sentarnos a comer.

Cuando acabamos era ya muy tarde y solo quedábamos nosotros, y la otra pareja. Estaban lejos, pero no me digas por qué, nos pusimos a hablar ya más profundamente. Lo típico, de dónde sois, para cuánto tiempo estáis, qué habéis hecho estos días.

El camarero nos miraba en plan, hijos de puta no tenéis casa.

Y lo cierto es que nosotros no la teníamos, pero nos fuimos.

Continuamos la conversación en la puerta y ella propuso tomar una copa.

Todos estábamos bastante animados después de las sidras y los digestivos, así que aceptamos.

La chapita

Nos acomodamos en la primera terraza que vimos con aquellos completos desconocidos. Hasta ese momento yo todavía no me había acordado de mi colega Dale y su libro.

3 gin tonic, un ron cola.

Al principio la conversación fluía sin mucho problema. Pero a los pocos minutos me di cuenta de algo sutil. O quizás no tanto.

Todos los temas que salían a la palestra giraban en torno a ellos.

Su vida en su ciudad.

Sus vacaciones.

Lo que les gustaba comer.

Sus hobbies.

Los negocios de sus amigos.

Fue entonces cuando recordé la frase que había subrayado del libro de Dale y que básicamente dice algo así:

Interésate de verdad por los demás, antes de que los demás se interesen por ti.

Creo que en ese de verdad es donde reside la fuerza de esta idea.

En el libro, Dale ilustra esto con bastantes ejemplos de historias reales en los que algo tan sencillo provoca un salto cualitativo en la vida de sus protagonistas.

Y también ofrece datos al respecto.

Uno de los más reveladores es que tras un estudio de la Compañía Telefónica de Nueva York, se comprobó cuál era con diferencia la palabra más empleada en conversaciones por teléfono.

¿Adivinas cuál? El pronombre Yo.

Que sí, que es un estudio de hace casi un siglo y lo que tú quieras, pero me extrañaría ver que eso hubiera cambiado hoy en día. Bueno, quizás hemos cambiado Yo por Selfie, pero poco más.

Pero volvamos al caso de la parejita de Llanes.

Los chupitos de orujo y su correspondiente exaltación de la amistad nos hizo sentarnos con ellos en lo que podríamos llamar una cita a cuatro.

Y solo existen dos maneras antagónicas de encarar una cita. Y esto es así, no me jodas que no.

  1. Preocupándote más de ti y de narrar tu vida.
  2. Preocupándote más de saber acerca de la persona que tienes enfrente.

Lo más común, por supuesto, es la 1. Es verdaderamente difícil resistirse a hablar de uno mismo y poner el foco en el otro.

Ahora haz un repaso de tus últimos encuentros sociales. No hace falta que sean primeras citas. Pueden ser con amigos de toda la vida o incluso con tu madre. ¿Qué número ves más?

Bueno, pues en su libro, Dale lanza esta idea poderosa. Si nos preocupamos más por los demás que por nosotros mismos, nos irá mejor. Pero hay que hacerlo de manera honesta, por supuesto.

Cómo aplicar las enseñanzas de Dale

Esto mismo que ocurre en nuestros círculos personales es exáctamente igual en los negocios. La mayoría de páginas web están mucho más preocupadas en hablar bien sobre sus productos o servicios que en conectar con sus posibles compradores.

Y lo peor, es que se creen que lo están haciendo de puta madre porque lo explican todo genial.

Han caído en el error de poner más recursos en explicar algo, que en conectar con alguien. Y no digo que lo primero no haya que hacerlo, pero lo segundo es muchísimo más importante si quieres vender.

Aquel gin tonic de Llanes se me hizo bola entre un mar de anécdotas de desconocidos que la verdad es que me importaban una mierda. Por eso cuando propusieron tomar la segunda copa salimos huyendo. Qué pereza.

Por eso, acepta este consejo.

En la vida, cuando veas a alguien, preocúpate por saber cómo está y deja de provocar bostezos con tus historias. Si esa persona hace lo mismo que tú y se interesa por ti, el equilibrio será magnífico.

En los negocios, preocúpate de verdad por tus clientes. Por conectar con ellos, por escucharles, por hacerles sentir importantes y valorados. La actitud es cosa tuya, pero con los textos puedo ayudarte.

Que no lo digo yo, lo dice Dale y ya hemos visto que es un tío sabio.

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