Huevos rellenos y qué hacer con las ideas

Andrea VAM
Andrea VAM

Copywriting y estrategias de voz de marca
Huyo de los convencionalismos como de la cerveza caliente. Escribo cosas para que tú vendas. Me gustan los tacos (cocinados y hablados).

Me gustaría montar un restaurante que se llamara “El Viejuno”.

El restaurante se llamaría así porque en la carta solo habría platos típicamente viejunos:

San Jacobos.

Vichyssoise.

Huevos rellenos.

Cóctel de gambas en vaso de cóctel.

Solomillo Wellington.

Merluza en salsa verde.

Tarta al whisky.

En este restaurante se cocinaría muy bien, habría manteles de tela y lamparitas con luz tenue, no se servirían refrescos y solo se darían cenas.

«El Viejuno” se convertiría en uno de esos sitios de moda en los que es imposible reservar una mesa sin días de antelación. Todo Madrid estaría deseando ir y los influencers estarían dispuestos a hacerlo incluso pagando la cuenta (porque ahí nadie comería gratis).

La gente llegaría el lunes a la oficina y diría:

—El sábado estuve en “Viejuno”.

Porque lo dirían así, sin el artículo, que es más cool. Y todo el mundo haría un corrillo para preguntar que qué tal y que ellos están deseando ir pero todavía no lo han conseguido.

Sí, así sería “El Viejuno”.

La decoración tendría muebles rescatados de algún anticuario del rastro, la barra sería de madera y estaría llena de bebidas con botellas preciosas donde se reflejarían los rostros de la gente que iría a beber su famoso Old Fashioned, popularizado por C.Tangana en una de sus publicaciones en Instagram.

Los camareros llevarían traje con pajarita y ganarían un sueldo decente.

Se escucharía jazz.

La gente iría allí para tener sus citas más importantes.

Y yo ganaría mucho, mucho dinero.

 

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En mi cabeza, “El Viejuno” es espectacular. Un exitazo garantizado. Algo que es imposible que salga mal.

Sin embargo, puede que a ti te parezca una idea ridícula.

¿Quién en su sano juicio se pegaría por ir a cenar San Jacobos y huevos rellenos?

¿Nos hemos vuelto locos completamente?

¿Cómo que solo cenas?

¿Y qué es eso de que no haya refrescos?

¿Y los camareros de traje?

Si quiero viajar al pasado me voy a la casa del pueblo de mis abuelos y no a pagar 40 pavos por una cena.

 

Y eso es lo cojonudo de las ideas: si nunca se materializan en algo real, ambos tendremos razón.

Son como un gato de Schrödinger que nunca sabremos si está vivo o muerto.

Como tampoco sabremos si “El Viejuno” funcionaría o sería un desastre.

Podemos divagar largo y tendido sobre por qué yo creo que sí y tú que no, pero será una discusión absurda y carente de sentido.

Los dos tendríamos razón y ninguno al mismo tiempo.

 

Por eso cuesta tanto coger una idea y ponerla en marcha. Mientras está en tu cabeza no te equivocas. Pero si sale de ahí y se convierte en algo real… amigo, te puedes llevar un buen chasco.

Hay muchas posibilidades de que tu idea no sea rentable.

2 de cada 3, de hecho.

Así que si tuviste una idea de negocio y sigues con ella, enhorabuena.

Y si la tienes y pretendes lanzarla, enhorabuena.

Tal vez te interese saber que mi trabajo puede ayudarte a vender más y romper la maldita estadística.

¿Cómo?

Haciéndole ver a tu público por qué tu negocio es la única respuesta posible a lo que está buscando.

El mundo es de los que hacen cosas, sigue caminando y que el copywriting te acompañe.

Feliz día.

 

P.D: Mañana, La Copydista que va de mística pero es más mala que un dolor.

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