Lección de ventas en sinfonía agridulce

Andrea VAM
Andrea VAM

Copywriting y estrategias de voz de marca
Huyo de los convencionalismos como de la cerveza caliente. Escribo cosas para que tú vendas. Me gustan los tacos (cocinados y hablados).

Hay una canción que siempre consigue levantarme el ánimo.

Es infalible.

Escucharla es como quitarse las botas después de haber completado una dura etapa de montaña.

Como lavarse los dientes una mañana de resaca.

Esa canción es Bitter Sweet Symphony de The Verve, y seguro que la conoces. Sin embargo, lo que puede que no conozcas es la historia detrás del clásico.

Agridulce como presagiaba Richard Ashcroft (líder de The Verve) en el título.

Corría el año 1997, época dorada del britpop con Oasis a la cabeza.

El vídeo de Bitter Sweet Symphony se emitía en bucle en los canales musicales del momento. En él, Ashcroft entona la canción mientras pasea por las calles de Londres, ajeno a todo y a todos, chocando con los viandantes que se interponen en su camino.

Una maravilla.

La canción lo petó muy fuerte. Llegó a ser número 2 en la lista de éxitos británicos (inexplicablemente no alcanzó el top 1, pero sí lo hizo otra canción del mismo disco The drugs don’t work).

Las caras de The Verve forraban las paredes de los cuartos de los jóvenes de la época.

Hasta que, de un día para otro, todo se fue a la puta. Y te cuento por qué.

 

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Resulta que la melodía del tema, ese sonido de cuerdas tan inconfundible, no fue obra de Ashcroft y su banda. Sino de Jagger, y la suya. Concretamente se trata de un sample de una versión de The Last Time de los Rolling Stones (incluida en un álbum instrumental y poco conocido).

Los chicos de The Verve desde el minuto 1 informaron a las oficinas de los Stones para su aprobación. Nadie presagiaba su éxito así que lo más probable es que aceptaran. Es más, estaban tan seguros de ello que lanzaron el tema antes de recibir respuesta. Y por lo que sea, no fue buena idea.

Cuando Bitter Sweet Symphony dió la campanada y comenzó a despegar como un cohete, el manager de los Stones aprovechó la tesitura para hacer sangre reclamando lo que consideraba como suyo.

Y vaya si lo hizo.

Y ganó, claro. A pesar de que The Verve solo había utilizado la melodía de 5 notas del sample, los Stones se hicieron con el 100% de la autoría (y no el 50% como presagiaban que ocurriría).

El 100%, pasó a ser propiedad de Mick, Keith y Andrew (su productor). Los dos primeros no habían contribuido en absolutamente nada. La letra, por supuesto, era obra del líder de The Verve, que lo perdió todo.

Cada vez que utilizaban su creación como banda sonora para vender algo en un anuncio, al tío le daba un microinfarto.

Su canción no era eso. No era para eso. Y esos cabrones se estaban llenando los bolsillos degradándola a ese nivel.

3 años después, la banda anunció su disolución. En 2007 regresaron de nuevo, pero la espina seguía clavada.

Por fin, en 2019 los Stones accedieron a revocar sus derechos y cedérselos en exclusiva a Richard Ashcroft. Nada como cumplir años para suavizar el carácter…

Casi 20 años de pelea por una canción terminaba con final “feliz”.

Vale, veamos.

Lo curioso de toda esta historia es que, con toda probabilidad, si Bitter Sweet Symphony no lo hubiera reventado, el manager de los Stones habría firmado sin problemas la utilización de la melodía.

¿Pero sabes por qué no lo hizo y se convirtió en un cabrón de libro?

Porque si hay algo que no soportamos los humanos es sentirnos gilipollas.

Y sentir que nos quitan algo que nos pertenece, nos hace sentir así.

(Que nos pertenezca o no, da igual. Solo importa cómo lo sientes).

Así lo sentía el manager cabrón de los Stones y así lo sentía el líder de The Verve, al otro lado de la disputa.

Por esa misma razón, a nadie le gusta ver a su ex comiéndose el boquino con otra persona al mes de haberlo dejado. Sientes que te pertenece, te sientes gilipollas.

 

Cuando tienes un negocio y quieres vender online, pero vendes menos de lo que te gustaría también te sientes un poco así (gilipollas).

En el fondo de tu ego emprendedor sientes que mereces ese éxito y no entiendes por qué no llega…

Si lo que vendes es lo mejor.

Si lo haces genial.

Si ayudas a la gente a solucionar un problema de los gordos.

Te frustras, te enfadas, piensas que la gente es idiota, que no saben valorar lo bueno, que el mercado está frío, que si los putos rusos, o lo que sea.

No terminas de entender que no importa lo que vendes si no eres capaz de venderlo bien.

Y que son tus textos los responsables de esa tarea.

De hacer que la gente lea y compre.

Así que, hasta que no lo asumas seguirás sintiéndote así. Como si alguien te estuviera castigando quitándote algo que te pertenece.

Gilipo… hasta que comprendas la frase que está en negrita.

O hagas click aquí y lleves el copywriting punk a tu negocio.

Que no te hagan falta 20 años, porfi.

 

Feliz día.

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