Con el paso de los años, los humanos hemos adquirido la absurda costumbre de complicarlo todo.
Por eso existe el marketing.
Antes, la vida era mucho más fácil. Tenías una tienda y vendías a la gente cosas que necesitaban. Lana, leche, vino. Sobre todo vino.
Cosas para sobrevivir y hacer más llevadera esa existencia. Poco más.
Pero ahora no solo queremos sobrevivir, queremos vivir bien. Ser muy felices, sentirnos realizados, estar en forma, ser cultos, guapos, interesantes, buenos padres, hijos, trabajadores, amantes.
En resumen, estamos bien pero que bien jodidos.
Nos han creado la falsa sensación de sentirnos más libres cuando en realidad estamos más atrapados que nunca.
Atrapados en la imagen de lo que nos gustaría ser y no conseguimos ser.
Porque nunca es suficiente.
Siempre queremos más y más.
Somos como Ramón de Pitis aka “el vanidoso”, de permiso.
¿Y la culpa quién la tiene?
No sé, ¿la posmodernidad?
¿El capitalismo?
¿La tele?
¿Zapatero?
Eso ya da igual, lo importante es que al menos por el momento es lo que hay, y solo podemos hacer dos cosas al respecto:
La primera, hacer como que no existe.
La segunda, ser consciente de que existe y hacer algo al respecto.
El segundo grupo lo componen desde el que se fue a vivir al monte hasta los huevos de todo, hasta el directivo que tiene un yate aparcado en Santa Eulalia.
Unos prefieren vivir dándole la espalda, otros se aprovechan de ello. Pero ambos saben que está ahí.
Sin embargo, hay gente que tiene negocios y pertenece al primer grupo.
Se dedican a vender productos y olvidan que la gente no compra productos.
Compra mejoras, status, pertenencia, señalización, yo que sé.
Cosas intangibles con el único objetivo de acercarse a la felicidad y que se materializan en lo que sea que vendas.
Si no sabes esto y tu movida es lo del yate, vas mal.
Por eso, tu comunicación no debería centrarse nunca en resaltar las cualidades de tu producto.
No digo que no lo haga, pero que no sea lo más importante.
Tu comunicación debe atacar directamente a eso que tus clientes quieren sentir.
Debe apelar a esa versión de ellos que la sociedad actual les ha metido en la cabeza y de la que no pueden desprenderse.
Está pegada como tomate frito a tupper.
Esto se puede lograr de muchas formas, pero existe algo llamado storytelling que va como un tiro.
Porque las historias son el mejor vehículo para trasladar emociones y para hacer marca.
Y contar historias no es propiedad solo de las grandes empresas.
Es algo que puedes utilizar en tu negocio, sea el que sea.
Vendas bragas o servicios de consultoría.
Da igual.
Si todavía no lo estás haciendo, estás fuerísima.
Y, ¿cómo puedes empezar a aplicarlo desde ya?
Pues por ejemplo, empleando el email marketing.
O hablando conmigo, o las dos.
Feliz viernes.
Ramón de Pitis y tú en un after

Andrea VAM
Copywriting y estrategias de voz de marca
Huyo de los convencionalismos como de la cerveza caliente. Escribo cosas para que tú vendas. Me gustan los tacos (cocinados y hablados).
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