La vendedora de aceitunas que era gurú del marketing sin saberlo

Andrea VAM
Andrea VAM

Copywriting y estrategias de voz de marca
Huyo de los convencionalismos como de la cerveza caliente. Escribo cosas para que tú vendas. Me gustan los tacos (cocinados y hablados).

Hace años, estaba de vacaciones visitando un pueblo costero y mientras daba la típica vuelta de reconocimiento, descubrí  un mercado en plena calle.

Había puestos de todo tipo, así que decidí adentrarme y comprar algo de fruta. Mientras paseaba entre sus pasillos repletos de vida, me topé con un puesto de aceitunas donde se arremolinaban varias personas.

La curiosidad me hizo acercarme a averiguar el por qué de aquella expectación. Me asomé y pude ver a la tendera dando a probar sus productos a los allí presentes mientras relataba con salero la receta de cada variedad.

De repente, me saludó y me preguntó cuáles me apetecía probar. Tenía un desparpajo digno de admiración. Yo me quedé algo cortada y le señalé uno de los envases que contenía aceitunas aliñadas con una pinta increíble. Mi novio también las probó y los dos coincidimos en que estaban cojonudas.

– ¿Están buenas? – me preguntó la tendera.

– Buenísimas.- respondí.

– Pues espera a probar estas.

Y volvió con otro cacito de otra variedad igualmente excelente. En cuanto lo acabamos, me trajo otras aún mejores, y nuestra sorpresa fue mayúscula cuando vimos que nos abría un botellín.

– Con este calor, habrá que beber algo – dijo mientras nos guiñaba un ojo.

¿Qué acababa de pasar?

Vale, es cierto que lo de la cerveza no es copywriting. Es aún mejor. Quizás aquella señora debería estar dando clases de marketing en la universidad. Desde luego yo tuve profesores mucho peores.

Había algo en sus palabras, en la manera en que te mostraba sus productos, el cariño y la dedicación con la que hablaba de sus aceitunas, que tenía a todo el público embelesado. Tanto, que salimos de allí con 23 euros de compra. Y yo que solo pasaba por allí para comprar unos melocotones….

Solo son aceitunas

Esta historia es completamente real.

Y como ella millones que suceden cada día. La magia de la venta no depende solo de la calidad de nuestros productos o servicios, sino de la manera en la que los mostramos a nuestra audiencia. 

Estoy segura que entre los allí presentes, al igual que yo, muchos no tenían la idea de comprar aceitunas aquel día. Pero después de escuchar la historia de aquella mujer y haber comprobado lo buenas que estaban, nos enamoramos perdidamente.

Algunos tacharán de poco ética la actitud de un vendedor que hace lo que sea para echarte el lazo.

Hasta invitarte a una cerveza.

A mí, en este caso me parece una genialidad.

Yo no necesitaba esas aceitunas para vivir, pero aquella mujer supo despertar en mí esa necesidad.

Y no lo hizo mintiéndome ni nada de eso.

En plan: mis aceitunas te dan superpoderes, o mis aceitunas convierten el agua en vino. Simplemente nos contó una historia. Y yo no lo sabía, pero fue capaz de despertar en mí un antojito que a esas horas tan cercanas al desayuno, todavía permanecía dormido.

Después del paseo por el mercado, llegamos a la playa muertos de calor. Tras pegarnos un buen chapuzón, abrimos la nevera para coger una cerveza y allí estaba, un tupper repleto de unas de esas aceitunas espectaculares.

Lo acompañamos de una bolsa de patatas fritas y te garantizo que aquello se convirtió en uno de esos aperitivos que quedan para el recuerdo.

Lo cierto es que, como bien podría decir Ramón de Pitis: la venta está muy mal conceptuada socialmente. 

Vamos por la vida a la defensiva, y es del todo normal. En cuanto intuimos que alguien está intentando vendernos algo, se nos cambia la cara rápido.

No se trata de comprar cosas de las que luego nos arrepintamos. Cosas que al salir de la tienda, recapacitemos y pensemos: oh, no… ¿por qué soy tan gilipollas?

Esa no es la venta que queremos conseguir. De hecho hablar de querer ganar ventas, incluso es un error. Aunque lo ponga bien grande en mi página de inicio.

No se trata de ganar ventas. Se trata de ganar clientes.

Las ventas vienen y van. Sin embargo, los clientes son como aquello que dicen sobre el pasado: siempre vuelven.

Yo si vuelvo a aquel pueblo, te garantizo que haré lo posible por volver a ese mercado. Todavía sueño con esas aceitunas.

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